Trabajar a través del arte con la ira, la alegría, la tristeza para una mejor convivencia de los jóvenes con sus familias y escuelas era el objetivo de Emoción-arte, un proyecto del programa crece, financiado por la Dirección General de Políticas Sociales Infancia y Familia de la Junta de Extremadura que ha terminado siendo un mural de 60 metros cuadrados.
Primero el alumnado del Instituto Maximiliano Macías de Mérida y su profesorado trabajó sobre el mundo de las emociones. Se trataba de aprender a convivir mejor y de controlar y tolerar lo ajeno, lo diferente, lo que enerva, entristece, alegra o produce miedo. Además, había que pintarlo, expresarlo de una forma respetuosa y pública y plural, ya que todos eran artistas.
Esa fue la primera fase del proyecto Emoción-arte, una iniciativa del programa Antena de Riesgos, de Atenea en Extremadura. Gracias a él, 300 chicos y chicas mancharon, guiados por sus maestros de Plástica, un muro con palabras, frases e imágenes: todo valía para trasladar a su lienzo público sus sentimientos. El resultado, una inmensa pared incomprendida llena de emociones, un caos de información y color, mil mensajes sobrepuestos que no decían mucho.
“Detectamos que entre los jóvenes del barrio donde trabajamos, en Polígono Nuevo Mérida, se daban factores de riesgo en edades cada vez más tempranas. De ahí que ideásemos una iniciativa en el centro de infantil y primaria de la zona para facilitar la convivencia y la colaboración. El muro lo tenían que pintar entre todos, unos encima de los otros, no importaba. Se trataba de jugar con ellos a crear y a creer en la magia que ocurriría después”, explica Javier Segura, coordinador de proyectos de Atenea. El técnico de la fundación se refiere a la conversión que vivió la manchada pared, a la sorpresa que se encontraron los alumnos del instituto al volver de vacaciones. Tras unos días en los que no habían acudido a clases, el muro del caos se había convertido en una palabra inmensa que decía: EMOCIONARTE en mayúsculas, en letras de muchos colores, los que habían plasmado los jóvenes y que aparecían rellenándolas. Para dar un sentido al trabajo de la comunidad, el muro había sido pintado de blanco dejando solo ese mensaje, una metáfora de que las emociones sirven, de que se pueden conducir y de que la suma del conjunto puede ser más que positiva, explican desde la Fundación Atenea.