Hasta no hace mucho tiempo se estableció, de una manera harto primaria, una identificación entre los términos «deporte» y «salud» e incluso los contenidos relacionados con esta temática parecían figurar en la primera andanada de las iniciativas preventivas en el campo de las dependencias. Sin embargo, esa identificación merece ser contextualizada de manera adecuada. Sin una perspectiva de identificación con modelos de salud -entendida en su concepción clásica como equilibrio entre lo físico, lo psíquico y lo social-, el referente puede quedar perfectamente hueco y aislado de la realidad. Y, por lo tanto, ser absolutamente ineficaz.
Dentro de los territorios de ese estilo de vida asociado con lo deportivo aparecen, además, fenómenos como el del dopaje, ya no tanto en la alta competición sino también en la base, relacionados directamente con una confusión de valores en los que el triunfo es asociado imperiosamente al éxito y la necesidad de alcanzar resultados rápidos con el mínimo esfuerzo, dentro de una cultura consumista, están a la orden del día. Se trata de la traslación de un modelo que se hace presente en el universo social, donde el triunfo aparece como una exigencia, pero «triunfo» entendido en un sentido unilateral, nunca como búsqueda de nuestro propio espacio personal dentro del mundo y por lo tanto de conocimiento y reto ante nuestras propias actitudes personales. Esa construcción social se hace especialmente presente entre algunos jóvenes, con una proyección de unos modelos basados únicamente en la apariencia, en la identificación con unas estéticas y unas modas impuestas a través de los medios de comunicación, fuera de las cuales se sienten socialmente excluidos por el grupo de referencia o frustrados personalmente. Todo ello, además, cuando existe un cierto paralelismo entre el uso de drogas como elemento de diversión o de identificación con un grupo de referencia social, y el consumo de sustancias ilegales para obtener una mejor apariencia física o la consecución de mejores resultados de una manera fraudulenta.
Se trata, en todos los casos, de un asunto que entronca directamente con el tema de los valores sociales y de los estilos de vida. Que pone de relieve la gran importancia de las prácticas deportivas como elemento de salud o de socialización y los elementos positivos que se hacen presentes en su propia proyección social, pero a la vez la necesidad de que se incentiven y promocionen aquellos modelos que respondan a nuevas escalas de valores, en temas de tanta importancia en nuestro tiempo como la salud, la lucha contra la violencia y la difusión del «juego limpio». O el de la igualdad y la integración social, dentro de un capítulo de tanta repercusión como el que hoy ocupa el juego y la actividad deportiva.
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