La prioridad un techo, tras el que viene el empoderamiento e inserción social, dos máximas sobre las que Atenea trabaja con la población sin hogar, a quienes se niega a tratar como un colectivo.
Los “pobres” y “vagabundos” del franquismo se convirtieron durante la transición en “transeúntes” y ahora, en una traducción literal del inglés, los identificamos como “sin techo” o “sin hogar”. Son personas cuya denominación varía mucho porque en los servicios de atención no hemos tenido una imagen nítida de ellos y muchos menos una idea, funcional y estratégica de cómo enfocar este tipo tan drástico de exclusión.
Las ofertas de albergues, pisos y algunos centros de día resultaban insuficientes y como oferta residencial no siempre los adecuados. La Fundación Atenea, de la mano de la Asociación Realidades ha comenzado a intervenir con las personas que carecen de un techo donde cobijarse. En Madrid (se trata de pisos) y en Sevilla, donde hemos ganado un importante concurso para ofrecer residencia a personas y familias afectadas, en hostales y pisos. Nuestra entrada en este ámbito ha sido una derivación natural de los programas y centros de atención y acogida, donde en régimen de día, aunque en algunos casos abiertos las veinticuatro horas, ya atendíamos a esta población.
Para encarar los objetivos de la nueva tarea ha sido imprescindible emprender una reflexión en torno a una serie de cuestiones en apariencia muy visibles, muy mediáticas incluso, pero muy poco maduras. Las primeras han puesto en evidencia dos cuestiones, las importantes, de una parte, las carencias conceptuales, funcionales y estratégicas. Y por otra, se evidencia la necesidad de seguir esforzándonos para comprender tanto lo que está pasando como pensar en lo que se puede y se debe hacer.
Hace apenas unos días, en representación de la Fundación Atenea participamos en Sevilla en unas “jornadas de sensibilización sobre personas sin hogar” con el lema de “retos en la intervención con personas sin hogar”. Intervenimos Julia Pérez Psicóloga, del CEA del Polígono Sur, y yo, además de la Presidenta de Realidades María Jesús Muñoz. El evento tuvo una participación muy relevante de otras entidades, de académicos y de administraciones públicas de ámbito nacional. Todo ello se tradujo en un buen nivel en las intervenciones y en la emergencia de un relato, que, sin ser unánime, quizá pueda empezar a soslayar las carencias que muestra este campo de intervención.
La Fundación Atenea expresó con mucha claridad este relato, y quizá nuestro propio optimismo nos lleva a pensar que fueron muchos más lo que lo compartieron. Lo cierto es que bajo una nueva perspectiva quizás podamos construir una alternativa más consistente de las que, hasta ahora, ha sido habituales.
¿Cuáles son esos mimbres? Pues temas que en la fundación tenemos claros. El primero, en la óptica de la reducción del daño y el riesgo, se refiere a que la prioridad es proporcionar un techo donde vivir con independencia del perfil de la persona que lo necesita (parece que comienza a darse un consenso mayoritario sobre este visión); el segundo, que después de la vivienda viene la reapropiación (empoderamiento e inserción social) una cuestión sobre la cual la Fundación Atenea diseñó, en su momento, un modelo de Centro de Día cuya funcionalidad las administraciones no acaban de captar pero que esta vez en Sevilla quizás se entendió. Finalmente, que las personas sin techo no forman un colectivo, sino que, especialmente en este caso, son personas que han sufrido diversos (y distintos) procesos de exclusión social y que por tanto requieren ser tratados de forma individual según los problemas que manifiestan, sea dependencia a drogas, violencia de género o desarraigo laboral. Sobre esta última cuestión parece que hay un cierto consenso “conceptual” pero, especialmente desde los Servicios Sociales, escasa sensibilidad sobre como hacerlo.
Domingo COMAS, presidente de Atenea